Sobre una saga de fotógrafos: los Ibáñez.

viernes, 22 de octubre de 2010

Las bellas dotes


Velocipedistas anónimos. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1895. La autoría se atribuye con las mismas condiciones que en la entrada anterior. (Colección Marisa González).

Estos dos ciclistas se escondían con Gaudelia o Aurelia en la misma caja centenaria, pero a ellos nadie los ha reconocido..., ¿habrá alguien en Hellín que los rescate de su carrera inútil? Una propuesta...., cuando la chica-sport Aurelia tenía 18 años, su padre, José Millán, andaría por los 46. ¿Podría ser ese caballero que luce gorra y bigote?

A consecuencia de la caída de la bicicleta que montaba, falleció días pasados el joven Juan Oliva Puche. Las bellas dotes de carácter que le adornaban, hicieron que se granjease el afecto de cuantos le trataban. Sirvan estas líneas de lenitivo al justo dolor que embarga a su desconsolada familia, a la vez que para rogar a nuestros lectores una oración por el alma del infortunado joven.

18/07/1914, El Social de Hellín, 51, p. 5.

viernes, 15 de octubre de 2010

Chica-Sport

La bici de Aurelia. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, 1895. No hay membrete ni firma alguna, así que para apostar por la autoría de Alejandro tendremos en cuenta ciertos criterios bastante convincentes: lugar, fecha, factura de la obra, y algunos detalles característicos como la baldosa de su estudio y sobre todo el tipo de troquel que conforma el paspartú o marco de cartón, muy usado por nuestro fotógrafo. Se han eliminado los foros y el fondo se ha perdido, hasta el punto de que si cortáramos la parte inferior, eliminando el suelo, daría la sensación de que Aurelia emerge de la niebla para coronar el Mont Ventoux. (Colección Marisa González).

Los detectives salvajes pudieron visitar la magnífica casa de Marisa donde apareció este retrato tan deportivo y moderno. Es el retrato de una joven hellinera llamada Aurelia Millán que dirige su bicicleta hacia las últimas etapas del siglo XIX. Y aunque en estas fechas la bici ya se producía en serie y su alcance se hacía más popular, aún voceaban sus críticas los moralistas e hipócritas cuando una mujer como Aurelia se atrevía a mostrar su fuerza y su destreza en el repecho. Se escupían palabras sobre el decoro y la higiene, sobre los tobillos y las piernas desnudas, pero en realidad era el prejuicio machista el que pervertía aquellos discursos.

Aurelia está tranquila y resuelta a disfrutar de su paseo. No hace caso a las críticas de las viejas beatas que murmuran al verla pasar de esa guisa: falda-pantalón con tobilleras abotonadas, antebrazos ajustados y corsé para evitar vuelos traicioneros e incómodos de los pliegues, el chándal femenino de entonces. Aurelia es una chica sport, pertenece al club ciclista de Hellín, es la época del gran Maurice Garin, ha leído que un danés ha acabado con la supremacía gala en la carrera de Burdeos a París, se lanza por la cuesta a tumba abierta y grita de placer, grita como si fuera a despegar hacia la Luna. Qué lejos quedan aquellos trastos que usaba su madre, esa especie de triciclos desvencijados para dar vueltas tediosas al parquecillo mientras los hombres vigilaban.

Aurelia Millán García nace en Hellín en 1877. (Unos meses antes había nacido Chus, la primera hija del fotógrafo que años después haría esta foto). Aurelia acaba de cumplir los dieciocho. Sus padres, José Millán y Práxedes García, regentan una funeraria que desgraciadamente ha enterrado a siete hijos propios. Aurelia tuvo nueve hermanos, sólo sobrevivieron a la infancia ella, Rafael y Juan. Pero lo más curioso es que Aurelia no se llamaba Aurelia. Su nombre oficial: Gaudelia Damiana Juana (Juana por su abuelo Juan que era tejedor). Y ella firmaba siempre Gaudelia y siempre repetía yo me llamo Gaudelia, pero se ve que en el pueblo aquello les sonaba como Aurelia, y todo el mundo se confundía..., por ejemplo:

–Cómo zurre tu cuchufleta.

–Gracias, hombre.

–Bonica a ver si te vas caer.

–¡No tenga usted cuidado!

–¿Y como te llamas tú, niña?

–Gaudeliaaaaaaaa...

–Adiós Aureliaaaaaa...

Y tanto se lo equivocaban que Aurelia se hartó de explicar que su nombre no era Aurelia sino Gaudelia, y así poco a poco Aurelia fue ganando terreno a Gaudelia, y Gaudelia pasó a un segundo plano, escondida tras Aurelia, y a veces a Gaudelia se revelaba, y le daba por pensar que le había salido una especie de doble más conocida que ella, y no dejaba de extrañarle que ella tuviera como dos vidas paralelas y sus hermanitos en cambio ninguna. Por eso los detectives aceleran ahora esa Humber o Sierra o Peugot o Whitworth..., para rescatar de la negra espalda del tiempo esos nombres olvidados: Soledad (1874), Rafael (1876), Gaudelia (1877), Ángela (1879), Juan (1881), José (1882), Soledad bis (1886), Catalina (1887), Josefa (1891) y Vicente (1893).

Gaudelia y su doble, la impostora Aurelia, se casaron con Marcos Catalán. Ignoramos si él supo alguna vez la cantidad de mujeres que implicaba este matrimonio. El caso es que tuvieron una hija, Aurelia (esta vez sí), la niña-actriz que gesticula desde la cuna en la entrada anterior. La chica de la bici, la chica sport, vivió ochenta largos años, acompañada de su inseparable amiga, hasta que en 1954 llegó a la última meta que le quedaba por cruzar. Creo que le hubiese gustado contemplar ese conocido contraluz de Spielberg en el que una bici voladora atraviesa la luna llena.

Agradecemos a Marisa González, nieta de Gaudelia-Aurelia, su generosidad y su vitalidad.

Dedicado a Rosa, la detective que nos guió.

viernes, 1 de octubre de 2010

Cuna y piedra


¡Miá que casarse! Autor: Gabriel Ibáñez Martínez, el Fotico. Hellín, hacia 1920. Tarjeta postal. Representación infantil de la zarzuela Chicharra. Conocemos los nombres del primer niño por la izquierda, Juan Sánchez, el Braguillas, y de la última niña de la derecha, Aurelia Catalán. (Archivo Luis Sánchez López, el Braguillas).

Primero la gorra de marinero de Juan o Braguillas o Chicharra: esa gorra es la misma, sí, idéntica a la que luce el desconocido joven de la cabecera de este blog. El niño chicharra la viste con más gracia, aunque al joven tampoco le queda mal. En ambas secuencias hay cinco figuras, hay también 15 años de diferencia entre una y otra, la primera de Alejandro, la segunda de su hijo Gabriel, pero el atrezzo ha permanecido, esa gorra de acorazado potemkin.

Segundo la interpretación de estos niños hellineros: supera la zarzuela de ambiente andaluz para convertirse en un homenaje surrealista a la locura de amor. Por ahí respiran Jardiel, Mihura, Buñuel, Godot, Gila y el Cuerda de Amanece que no es poco. La tía Reposo insta a la niña Dolo (Aurelia Catalán) a que elija entre sus dos pretendientes: Chicharra (Juan Sánchez, Braguillas), una especie de buen salvaje, o Juan Miguel, el elegante hacendado (ese niño de mano en pecho y muñeco inquieto). Aquel que desee saber a quién elige Dolo o Aurelia tendrá que leer el argumento de Chicharra, zarzuela en un acto y en prosa, de Sebastián Alonso, que se estrenó el 3 de febrero de 1904 en el Teatro de la Zarzuela. (En la página 4 de El arte del teatro de 15 de julio de 1908 hay un resumen y aparece una escena similar).

Aurelia o Dolo o María Dolores, a punto de abandonar la infancia, a punto de salir de la cuna que aún la protege, expresa un fastidio de mal de ojo, ¿por qué tengo que elegir?, ¿por qué tengo que casarme? La piedra aguanta la cuna. El rosario de nena buena anulado por las trenzas de Pocahontas.

Juan o Chicharra o Braguillas, a punto de apedrear a alguien porque se llevan a su compañera de juegos, a su amiga de toda la vida, a punto de cantar una saeta o llamar a las cabras, ¿por qué no has echao de comer a la vaca? Su madre se llamaba Amor y, a pesar de su aspecto incalificable, eso es lo que a él le sobraba: amor.

Esta fotografía se tomó en la casa estudio de Alejandro y Gabriel, en el actual nº 6 de Francisco Silvela (Hellín). Imagino a los niños saliendo de la sesión entre risas y bromas y cantando esa copla que decía:

Desengáñate Braguillas

que no sabes andar bien

y si acaso pa ranchero

servirás en el cuartel.


Luego cuando estaban solos, Chicharra y Dolo hablaban en confianza.

–¿Tú te vas a casar de mayor? – le preguntaba ella arreglándose las trenzas.

–Vamos. ¡Por via e la pena negra! ¡Miá que casarme!

–¿Y qué vas a hacer?

–Zurrir.


Dedicado a Marisa González y a Luis Sánchez.