Sobre una saga de fotógrafos: los Ibáñez.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Por un puñao de rosas


Estrella Ibáñez y el Maestro Prat. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1902. Tarjeta postal. La joven Estrella, de 16-17 años, atiende al compás que marca su profesor. Éste apoya el codo derecho sobre el piano, ancla que evita tomas borrosas. Los foros y los jarrones de mentira ya han aparecido antes. Sabemos en qué lugar de Hellín se conservó este mismo piano, lo que no sabemos es si lo construyó o afinó el abuelo de Estrella, Juan Antonio, mítico lutier e iniciador de esta saga de fotógrafos. ¿Qué nota sigue vibrando en esta foto? Los detectives salvajes sospechan la importancia del documento para la historia de la cultura y de la música en Hellín, porque descubre al polifacético Alberto Prat impartiendo docencia en la intimidad del estudio. Hay algunas partituras escritas de su puño y letra en el Archivo Municipal: pertenecen a una zarzuela infantil y han sido donadas por los hermanos Tomás Espinosa a todos los hellineros. Parece que la música se impone a la fotografía, pero si se fijan bien en la zona superior y en el ángulo izquierdo, comprobarán que las fotos brotan a raudales tras el biombo. (Colección Pilar Gil Ibáñez).


En la penumbra de las escaleras que suben a las cámaras una niña gimotea. Con un trapo sucio frota sus botas empercudidas de barro y ceniza. Saltar los fuegos le ha salido caro, se ha llevado la primera paliza de su vida. Laure se ha puesto histérica cuando ha visto los zapatos de comunión destrozados. Pero a Estrella no le duelen los pescozones, sino el disgusto de su madre.

Estrella Ibáñez Martínez había nacido en Valdepeñas (Ciudad Real) en 1886. Su padre se decidió a trasladar el estudio fotográfico porque había presagiado la invasión de cólera morbo del 85, aun así se le murieron dos niñas de sarampión, Piedad y Presen. Estrella fue la sexta de los nueve hijos que tuvieron Alejandro y Laure. De su estancia en Valdepeñas se sabe poco, que vivieron en la calle Valbuena y que anduvieron por allí seis o siete años.

Al regresar a Hellín en 1890, y según el Padrón de este año, se instalan en la calle Osarios, 5. Estrella tiene 4 años, su hermano Gabriel 9, y Chus, a quien no tardará en pretender el Campaña, 13. Gabriel, el Fotico, aprende guitarra y violín; sus hermanas, piano, y Estrella, además, canta. Alberto Prat le decía que su voz salía del alma y que por eso gustaban tanto sus zarzuelas y romanzas.

A Estrella siempre se la consideró el mejor partido de la casa. Era guapa y pizpireta, tan bromista como su padre. Era lista. Sabía bordar y aprendió a cantar como una profesional. Tenía gracia para el disfraz y para aguantar las chapuzas de los hombres. Ella no se achantaba. Pero una contradicción funesta la dominaba, eran tan inteligente como buena persona, y en este equilibrio imposible acabó pesando más el corazón.

Se casó con Augusto Gil Torres el 6 de diciembre de 1909. Ambos tenían 23 años. (En junio de ese mismo año se había casado su hermano Gabriel con Magdalena). A los pocos meses murió Laure, y la familia Ibáñez Martínez perdió su referente. Alejandro se refugió en la oscuridad de su gabinete, rodeado de sus rostros de albúmina, para obviar su repentina soledad.

Augusto se había enamorado de Estrella durante una función teatral en la que ella interpretaba a dúo con un muchacho alpargatero un fragmento de El cabo primero, titulado “Yo quiero a un hombre con todo el alma”, y algunos momentos del Puñao de rosas de Chapí .

PEPE

No te asustes tú, arma mía,

luserito de mi vía,

no te asustes, que soy yo.

ROSARIO

¡Yo asustarme? ¡Tontería!

Tú me causas alegría,

pero sobresalto no.

Augusto Gil, hijo del potentado masón Eloy Gil, no tenía un nidito de amor en Triana, pero sí una tartana y hasta una moto. Su currículum venéreo y la opereta trágico-cómica en que convirtió la vida de Estrella se describirán en esa historia que ya les he dicho alguna vez que me gustaría contar.

–¿Tú sabes lo que significaba tener una moto en aquella época? –me dice Pilar mientras sonríe con picardía.

Una moto como ésta levantaba el polvo de los caminos entre Hellín, Agramón y Cancarix.

No me atrevo a escribir que la vida es injusta, pero sí que la vida suele golpear con dureza a quienes se entregan a ella sin reservas. Por ejemplo podemos pensar en el habitual desprecio, o en la infidelidad hundida entre los pliegues de la cama, como recompensa a toda la generosidad y el cariño que Estrella regalaba, como premio a esa sonrisa que iluminaba la mezquindad del más pajizo. Podríamos poner muchos más ejemplos en una lista interminable de humillación, pero ella mantuvo su luz y siempre que podía tarareaba eso de ¡Yo asustarme? ¡Tontería!


Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1908. Escena de zarzuela a cargo de las hermanas Estrella y Laura Ibáñez Martínez. Estrella, disfrazada de chulo, mira directamente a cámara. Laura le advierte de algo: Tarugo, ¿por un puñao de rosas? (Archivo Miguel Tomás).

Dedicado a Pilar Gil Ibáñez, cuya memoria une edades.


2 comentarios:

  1. Muy especial, verdaderamente. ¿Este maestro Prat pudo enseñar música a distintas generaciones de la familia? ¿Desde Estrella, Rafaela, Lola, Alejandro a Maruja y Catita?

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  2. Según Antonio Moreno, en "Gente de Hellín", Alberto Prat falleció hacia 1940, así que es muy posible que diera clase a varias generaciones de hellineros. Gracias Abu por seguir ahí.

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