Juan Ibáñez Abad nació en Jumilla (Murcia) en 1847. Era diez años mayor que su hermano Alejandro, aquel fotógrafo que volaba en globo. Aprendió desde muy jovencito los secretos de la cámara trabajando con su padre. Había llegado a Hellín con ese aspecto de adolescente romántico y con esa mirada seria y profunda que mantendrá durante casi un siglo. En las fiestas de Yecla retrató a una exuberante moza. El 2 de febrero de 1871 se casaba con ella, su nombre: Margarita Navarro García. Ambos tenían 24 años. El 4 de diciembre de este mismo año nace en Hellín su primer hijo, Juan Ibáñez Navarro, que en el futuro establecerá su estudio en Gandía. En 1874, su primera hija, Caridad, también en Hellín. El padre de los Ibáñez Abad muere en 1875 –ya diremos cómo cuando le toque su turno–, sus hijos tienen que decidir dónde operar, así que tras quince años de juventud hellinera Juan marcha a Yecla. Allí nacerá el resto de su descendencia: Pascual, Luis, Saleta, Vicente, Asunción..., por supuesto, todos fotógrafos. Como su hermano Alejandro, Juan Ibáñez Abad trabajó toda su vida, combinando la fotografía con otras actividades creativas y artesanales: afinador de pianos, repostero, pintor, dibujante, ebanista, fabricante de su propio material fotográfico... Retrató a miles de personas de la zona y a toda su descendencia, hasta que el 7 de abril de 1932, con 86 años de edad, su cuerpo dijo basta. Su mirada no.
Uno de sus nietos fotógrafos, Juan Ibáñez Villasclaras, dejó escrito sobre él: Trabajó y desarrolló notablemente la fotografía de su tiempo. Él mismo se fabricaba las antiguas placas al colodión, y vivió la gran transformación y progreso de las nuevas emulsiones fotográficas, cuando había comenzado con los papeles de ennegrecimiento directo. Hombre enormemente emprendedor, era un hábil ebanista, músico y fabricante de pastas hojaldradas que por su calidad fueron objeto de atención de la Casa Real de la que fue nombrado proveedor oficial. Su hija Saleta también estuvo casada con el fotógrafo Antonio Belda, establecido en Alicante y Madrid.
Y el historiador Publio López: seguramente el mejor de los que trabajaron entonces en las provincias castellano-manchegas, (La huella de la mirada, p. 49), e incluye tres limpios autorretratos de diferentes etapas de su vida. Recordemos que este lujoso volumen analiza la fotografía antigua de Castilla La Mancha. Pues bien, en un trabajo de similar calidad pero más general, Historia de la Fotografía en España (p. 57), el autor vuelve a elegir el mismo autorretrato de Juan Ibáñez Abad con su cámara nariguda. A mí también me gusta.
Carte-de-visite. Publio López la fecha hacia 1865, entonces Juan rondaría los 20 años de edad. Posiblemente esté hecha en Hellín, ya que la columna donde se apoya la cámara corresponde a la decoración que utilizaba su padre, como veremos en entradas posteriores. Dicha cámara puede ser de fabricación propia, excepto la lente. Yo apuesto por Hellín, 1870. Un autorretrato que Juan se haría para declarar su amor a Margarita. (Archivo Vicente Ibáñez).
La crítica especializada tiende a vituperar la obra de estos fotógrafos cuando se dirige a sus auditorios provinciales o regionales, pero el discurso cambia cuando se habla de la Gran Fotografía, del Arte, de Mira Que Estudio Tan Bonito Tengo, de Historia General De, y resulta entonces que todos aquellos simpáticos pioneros se convierten en ganapanes, arribistas y aprovechados ignorantes de la verdadera sensibilidad del enfoque y la pose. ¿En qué quedamos?
Hoy existen catálogos exquisitos de daguerrotipos enmarcados en metales nobles, las piezas originales encerradas en urnas blindadas de alta seguridad se estudian con rayos láser y microscopios electrónicos. Las fotos de los Ibáñez están pegadas en cartones, escondidas en un altillo polvoriento, guardadas en cajas de puros o de hojalata, pero de vez en cuando alguien las saca, mira, ésta es tu bisabuela, y el dedo de un niño acaricia su rostro en el tiempo y susurra qué guapa. Y Juan y Alejandro sobrevuelan la mancha y el levante y el altiplano, y sonríen desde su globo. Alejandro mira a su hermano y piensa que es uno de los principales personajes de una historia que le gustaría contar.
¿Asunción?
Sí, Asunción Ibáñez Martínez.
(Agradezco a Vicente Ibáñez y a Ana Santos Payán su generosidad).
En la próxima entrada:
RAFAELA TOMÁS IBÁÑEZ
que orgullosa me siento por ser una pequeña piedra de este puente que tiendes entre nuestro pasado y vuestro futuro
ResponderEliminarMe habría gustado aprender de ellos, de la saga: Enfocar, revelar, medir bien los tiempos de exposición, qué fácil habría sido. Me encantaría haber podido ver sus cámaras semiartesanales, todo un lujo ¿No crees?
ResponderEliminarabu, gracias por pasarte, el puente lo estamos levantando entre todos...
ResponderEliminarBelén, tal vez no sea imposible lo que sueñas!
Yo he recinido,una foto de un tatarabuelo,y está hecha por anastasio ibañez en villena
ResponderEliminarRosa, si quieres puedes mandarme la foto o escribirme a mi correo:
ResponderEliminarrostroseneltiempo@gmail.com
Gracias por tu comentario.
Se puede decir que la saga de fotógrafos "Ibáñez" es la más grande de España y una de las más grande del mundo con cinco generaciones y más de treinta fotógrafos en la familia. Y todo comienza en Yecla en 1819 cuando nace Juan Antonio Ibáñez Martínez que luego aprenderá el oficio de un señor francés. Después de casarse con la jumillana Francisca Abad Crespo marchan a Hellín donde abre un estudio. Tendrán cinco hijos, el mayor Juan Ibáñez Abad se establece en Yecla y el menor Anastasio Ibáñez Abad se casa con la Hellinera Filomena Romero Morcillo y de esa unión nace Alfredo Ibáñez Romero. Posteriormente marchan a Villena donde se establecen y de ahí la rama villenera de los Ibáñez fotógrafos.
ResponderEliminarSoy Pilar Ibáñez y estoy orgullosa de pertenecer a esta saga de fotógrafos,mi bisabuelo se instalo en Gandía y he tenido el honor de crecer entre fografos mi abuelo Juan Ibáñez Molina ,mi tío Juan y mi padre Cesar Ibáñez
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