Sobre una saga de fotógrafos: los Ibáñez.

sábado, 19 de febrero de 2011

Pascual corregido y aumentado


Pascual Ibáñez Navarro. Puede tratarse de un autorretrato o de un retrato hecho por su padre, Juan Ibáñez Abad. Yecla, hacia 1905. Medio plano, fondo perdido. Positivo actual a partir de negativo en celuloide de la época. (Archivo Vicente Ibáñez).

Pascual Ibáñez Navarro (1878-1925) vivió siempre en Yecla. Enmendamos la información publicada en Tributo 2: Una mujer dura, en la que se decía que sólo había tenido dos hijos. Pascual contrajo matrimonio con Carmen Ibáñez Polo y tuvieron siete hijos: Juan, Margarita, Epifanio, Rafael, Pascual, Clotilde y Carmen.

Trabajó como fotógrafo, pero también se dedicó a otro tipo de actividades comerciales como la repostería. Durante mucho tiempo los detectives pensaron que este pulcro retrato pertenecía a su hermano Luis, engañados por el parecido de las barbas de ambos: en la fotografía de grupo Plata en las venas, Pascual aún carecía de este adorno capilar. Pero en casa de Vicente apareció un acetato que zanjaba el asunto.

La prueba


Negativo del retrato de Pascual Ibáñez Navarro. Leyenda manuscrita por Juan Ibáñez Villasclaras. (Archivo Vicente Ibáñez).


El detalle

Pascual Ibáñez Navarro. Detalle.

El zoom del visor permite distinguir este curioso guiño: Pascual utiliza un alfiler de corbata con la impresión de su propio retrato en miniatura sobre esmalte. Se puede intuir hasta la pequeña cámara fotográfica que nos apunta. Pascual está orgulloso de su profesión, está orgulloso de ser hijo, nieto, hermano y tío de fotógrafos. La fotografía se cuela otra vez dentro de la fotografía, a través de una corbata, cerca del corazón. ¿Tendrá esa miniatura a su vez un alfiler con otro retrato casi microscópico? ¿Me observarás tú en el esmalte brillante de tu monitor? ¿Qué dios detrás de dios la trama empieza?


Dedicado a Piluca y a José María.


domingo, 13 de febrero de 2011

Bailando con fotos


Villa Margarita. Autor: Ibáñez Navarro (?). Yecla, hacia 1917. (Colección Ibáñez de la Chica).

Un documento precioso para la historia de Yecla: la casa del retratista, la casa de campo de Luis Ibáñez Navarro, Villa Margarita, cuya fachada, como si fuera la de un templo, nos transmite una valiosa información. Seguramente Luis preparó el enfoque, el encuadre y contó con algún aliado que se encargara de la exposición, quizás sus hermanos Pascual o Asunción.

Desde que publicamos El accidente de caza, la silueta de Luis ha ido haciéndose más nítida en el espejo. Sabíamos que había sucumbido al dolor de ver a su madre Margarita irse para siempre cuando él sólo contaba con trece años de edad. Habíamos dicho que su pista se perdía desde el momento en que marchó a la capital. Ahora sabemos que Luis fue a Madrid a principios de los años treinta, para recibir los cuidados de su hijo Aurelio, que era médico. Había sufrido un derrame que lo apartó para siempre de la frenética actividad artística que desarrollaba. Su carácter cambió y el hombre que bailaba con fotos se convirtió en un melancólico remedo de sí mismo. Se recuperó físicamente, por lo que se atrevió a regresar a Yecla, pero ya nada fue igual. Durante la Guerra Civil recibió presiones porque era amigo de todos y enemigo de nadie. Una mañana en que bajó a la casita desde su estudio de San Pascual se encontró con las viñas arrancadas. Ese mismo día, casi al final de la contienda, decidió irse de Yecla para siempre. Murió en Madrid en 1953: está enterrado en el Cementerio de La Almudena. Luis se había casado dos veces. La primera, con Ana Azorín Santa; la segunda, tras enviudar, con Lola Azorín Santa. Con Ana tuvo dos hijos, Margarita y Aurelio (el médico); con Lola otros dos, Luis y Mario, que eran dos bichos traviesos que hacían las delicias de sus padres.

La casa fue construida en 1913, según el diseño del propio Luis, en la huerta que mira hacia la zona de Caudete, a escasos dos km del centro de Yecla. La linterna parece un trampantojo, toda una declaración de intenciones: un fotógrafo necesita luz, pero más la mentira, el engaño. La fecha de la cornisa nos ayuda a identificar las figuras que posan tras la barandilla. Luis está de pie luciendo su tupida barba. A su lado se sienta su segunda mujer, Lola, en pose Sylvia von Harden. En el siguiente tramo de terraza hay dos jóvenes de pie: con vestido oscuro, Margarita (nacida en 1900); con traje claro y casi escondido tras el copón, su hermano Aurelio. Hay además cuatro niños pequeños, tres de pie y uno sentado a los pies de Luis. Dos de ellos tienen que ser los pillos Luis y Mario. Los otros dos pequeños serían primos o vecinos, y la otra mujer que permanece sentada a la derecha tal vez sea Saleta, hermana de Luis. Las personas que se observan en el porche podrían ser los empleados de la finca.

Cuando Dolores se quedó sola, viajaba de vez en cuando a Yecla y aprovechaba para abrir los postigos y ventilar una casa clausurada durante meses. Eliminaba telas de araña y nidos de diversas especies. Al entrar la luz, le parecía escuchar de nuevo la música del polvoriento gramófono, le parecía que Luis volvía de arreglar el jardín y se ponía a bailar con ella. Abría todas las habitaciones y sacudía la humedad de los colchones, abría el estudio y acariciaba la cámara y los telones, todo reposaba tal y como lo dejó él, todo congelado como en una foto en la que pudiéramos meter la mano. Abría la puerta del laboratorio en la planta baja y daba la luz, entre las cubetas se deslizaban pececillos de plata. Abría la sala donde se impartían las clases de dibujo..., mira los pinceles, Luis, fosilizados.

Una cámara gigante de cemento y ladrillos, un friso que abre los ojos y nos mira a través del tiempo, que muestra una palabra, un nombre de madre y de hija, un grito: MARGARITA. Los jóvenes yeclanos que juegan hoy entre sus ruinas y hacen grafitis en sus muros lo siguen pronunciando, Margarita, Margarita... Estoy seguro de que a Luis le hubiese encantado pintar una flor gigante con la técnica del spray.

Dedicado a Ana Rodríguez, Luis y Julio Ibáñez de la Chica, y Teresa Ibáñez Losada.


viernes, 4 de febrero de 2011

Un año buscando a Anastasio


Anastasio Ibáñez Abad. Autorretrato. Villena, hacia 1898. (Colección Enrique Oliver).

El 01/03/2010 escribíamos: Rostros, tesoros, tiempo..., rostros que se pierden en el tiempo, rostros que vuelven al tiempo, tesoros. ¿Quién guarda el de Anastasio? Y más adelante decíamos que se le habían muerto cinco hijos y que sólo teníamos noticia de dos supervivientes: Sobreviven Concha y Alfredo. Este último se casará en 1914 con Maravillas Urios en Villena, ¿seguiría Alfredo Ibáñez la saga fotográfica? Como los historiadores sólo hablaban de los hermanos de Anastasio (Juan y Alejandro Ibáñez Abad), como nadie había publicado su retrato hasta hoy, como no conocíamos a sus descendientes, lo llamamos el fotógrafo sin rostro, pero todo ha cambiado, Anastasio ha recuperado su rostro en el tiempo y ahora podemos contestar a las preguntas que nos hacíamos un año atrás: su rostro lo guarda como un tesoro su biznieto Ike Oliver Ibáñez, y sí, en efecto, el hijo de Anastasio, Alfredo, también fue fotógrafo.




¿Cómo encontramos a Anastasio?

Bueno, la verdad es que los detectives salvajes viajan y hacen preguntas, la verdad es que a veces nos quitamos el sombrero y mirando a los ojos decimos eso de Señora..., pero no siempre nos hallamos pensativos con el cenicero a rebosar de colillas y el aliento de coñac. Éstas son las cosas que en realidad nos han ayudado: un portátil conectado a la red (MacBook Pro 5,5), un teléfono, gente amable, amigos, un soplo. Y éstos fueron los pasos:

Septiembre, 2009. Beatriz Esteban nos habla de la herramienta de búsqueda Family Search. Tras leer noches y noches el material que proporciona esta web, sabemos que Anastasio Ibáñez Abad nace en Jumilla (Murcia), en 1857, que vive en Hellín donde se casa con Filomena Romero, que viven Concha y Alfredo (hijos), y que éste contrae matrimonio con Maravillas Urios en Villena, 1914.

Desde principios de 2010 buscamos durante meses a los Ibáñez Urios por toda España, nada.

11/01/2011. 11:31 h. El soplo. El detective Freix escribe desde Valencia: en la consulta del cementerio de Valencia por internet, he encontrado un Ibáñez Urios, Francisco, que falleció en 2002. Buena suerte en sus pesquisas.

16:30 h. Buscador del cementerio de Valencia. Ahí está, Francisco Ibáñez Urios. Además de la fecha de fallecimiento se indica cremación.

16:45 h. Llamo al cementerio de Valencia. Me dicen que no tienen más datos, y que si fue una incineración, que llame al crematorio.

16:50 h. Llamo al crematorio. Confirman los datos anteriores, añaden que Francisco vivía en Carlet (Valencia) y me dan el nombre de la empresa funeraria.

16: 55 h. Llamo a la funeraria. Me dicen que los expedientes de más de cinco años se destruyen, mala suerte.

17:00 h. Consulto en el listín telefónico de Carlet (Valencia) el apellido Ibáñez. Hay un total de seis. Llamo a todos pero ninguno tiene nada que ver con Ibáñez Urios. El último del listín es un señor Ibáñez muy amable que me dice que lleva mucho tiempo en Carlet y que el apellido Urios no es de allí, seguro. Me entretengo charlando un poco con él, conoce muy bien Carlet. Por cambiar de tema le pregunto si existe alguna residencia de la tercera edad, me dice que sí y que sería buena idea llamar allí.

17:20 h. Siguiendo las indicaciones del señor Ibáñez amable, llamo a la Residencia Mixta de Ancianos de Carlet. Una señora me dice que no le suenan los apellidos, pero me pide que espere, que va a mirar en el ordenador. Dos minutos interminables. Ha tenido usted suerte, me dice. Francisco Ibáñez Urios estuvo aquí, en efecto. Me indica los teléfonos de sus hijos Alfredo y Maravillas. En ese momento estoy seguro de que ellos son descendientes de Anastasio, ya que su único hijo superviviente se llamaba Alfredo y la mujer de éste Maravillas. Es decir, las personas a las que iba a llamar por teléfono tenían los mismos nombres que sus abuelos paternos.

17:35 h. Un poco nervioso (un año de búsqueda lo merece y las palabras se me vienen a la cabeza como las ideas a Stephen King) llamo a Maravillas. Telefónica le informa de que actualmente no existe ninguna línea con esa numeración. Mierda!

17:40 h. Llamo a Alfredo. Coge el teléfono. Amablemente escucha mi titubeante historia. Y me confirma que es hijo de Francisco Ibáñez Urios (nacido en Villena en 1920), nieto de Alfredo Ibáñez Romero, y biznieto de Anastasio Ibáñez Abad. Me dice entonces que Alfredo, el hijo de Anastasio, también fue fotógrafo profesional en Villena. Uno más para la saga. Me da el teléfono correcto de su hermana, y me habla de sus primos también descendientes de Anastasio.

En días posteriores voy hablando con todos ellos, todos me tratan con cercanía y yo les hago el gesto del sombrero por teléfono. Ike me asegura que tiene un retrato de Anastasio, que pronto me lo escaneará y que podré ponerle rostro por fin.

01/02/2011. 21:18 h. Mensaje de Ike. Aquí está Anastasio Ibáñez Abad, el fotógrafo con rostro.


De izquierda a derecha: Juan Ibáñez Abad (placa de cristal), Alejandro Ibáñez Abad (positivo retocado) y Anastasio Ibáñez Abad.

Contemplo el parecido de Anastasio con sus hermanos, las barbas floridas, las miradas penetrantes. Anastasio entorna un poco más los ojos, tal vez no duerma mucho. Creo que Alejandro y Anastasio se parecen más entre ellos. Juan, aparenta más seriedad, para eso es el mayor, para aparentar. Anastasio, el pequeño, es el más feliz (a pesar de todo) y el que va más a la moda, esa corbata canalla. Tres hermanos fotógrafos. Tres hermanos con dos hermanas. Tres hermanos alejados que se hablan con la mirada. Un historia que se repite.

Ahora sí me sirvo una copa de coñac.


Dedicado a Ike, Alfredo, Maravillas y Maravillas.