Sobre una saga de fotógrafos: los Ibáñez.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Correspondencias


Retrato de las hermanas Lencina. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1904. (Colección Izquierdo Laborda). Se trata de una copia que apareció en El ojo del tiempo. Fotografía antigua de Hellín. (Los legados de la tierra), p. 32. Cortesía del Archivo Municipal de Hellín.


Retrato de las hermanas Tomás Ibáñez. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1901. Tarjeta postal. (Colección Carmen Tomás).

Se olvidarán de nosotras, olvidarán nuestros rostros, nuestras voces y cuántas éramos, piensan melancólicas las seis niñas mientras posan para Alejandro. Pero se equivocaban.

Las tres primeras, las hermanas Lencina Morales, son de izquierda a derecha Nicolasa, Candelaria y Soledad. Tuvieron un hermano que no sale en la foto porque era demasiado pequeño o porque no había nacido aún: Rafael Lencina, padre de Rafael Lencina Ruiz.

Las tres siguientes, las hermanas Tomás Ibáñez, son de izquierda a derecha María, Lola y Rafaela. Tuvieron un hermano que no sale en la foto porque era demasiado pequeño o porque no había nacido aún: Alejandro Tomás, padre de Alejandro Tomás Espinosa.

¡Busque las siete diferencias!, parece gritarnos el fotógrafo. Vale, pues vamos allá. Las Lencina están a la altura de la ocasión: recién peinadas, vestidos nuevos, calzas de encaje, zapatos relucientes, flores, lazos y escarapelas. Las Tomás, nietas del fotógrafo, venían de jugar en la calle: flequillos desiguales, lamparones en el vestido, bolsillos abultados, medias de batalla, zapatos cubiertos de polvo, y no hay adornos ni cofias. La pequeña Rafaela se emperró en que no se hacía ninguna foto si no salía también la muñeca. El abuelo barbudo transigió y gracias a ello tenemos su primer retrato como matrona.

De las Tomás, María es las más alta, la que apoya el codo sobre la maceta. Había nacido en 1894, así que en la foto tendría unos siete años. Cuando cumpla los diecisiete se casará con José María Silvestre Paredes. Y Lola, la que está en medio, nació en 1897, y contaría en ese momento con cinco años de edad. Esta niña tan nostálgica y con tanto moflete será la madre de Maruja Tomás, la célebre Tía Anica.

La composición, las posturas, los gestos ensimismados, el piso, el velador, la maceta, la planta, el oscuro fondo..., idénticos. Tan idénticos que los detectives creen que ambas imágenes se tomaron el mismo día, y que tal vez la datación de la primera deba adelantarse también hasta 1901. Recordemos que Rafaela, la más pequeña, había nacido en 1899, y en la imagen no aparenta más de tres años, por lo que estaríamos cerca de ese 1901 o como mucho 1902. Esto fue lo que pasó: las hermanas Lencina fueron al estudio a hacerse un retrato para que perdurara en el ojo del tiempo, y Alejandro quedó tan satisfecho de su trabajo que llamó a sus nietas para crear esta curiosa correlación visual entre las Lencina y las Tomás.

En 1901 Chéjov estrenó su obra teatral Las tres hermanas. Irina, Masha y Olga viven amargadas en una ciudad provinciana. Sueñan con la vida de Moscú, sueñan con palacios, conciertos, cafés, tertulias, moda francesa..., en balde, todo sueños rotos. Las hermanas Prozorov tienen un hermano pequeño que no sale en la foto, Andrei, pero su mujer, Natasha, una auténtica paleta, acabará adueñándose de la casa familiar que ellas se verán obligadas a abandonar.

OLGA (abraza a las dos hermanas): La música que toca es tan alegre, tan animosa, ¡se sienten deseos de vivir! ¡Oh, Dios mío! Pasará el tiempo y nos iremos para siempre. Se olvidarán de nosotras, olvidarán nuestros rostros, nuestras voces y cuántas éramos; pero nuestras penas se transformaran en alegrías para los que vivan después que nosotras, la felicidad y la paz reinarán en la tierra; los hombres encontrarán una palabra amistosa para los que vivimos ahora y nos bendecirán. Oh, mis queridas hermanas, nuestra vida aún no ha terminado. ¡Viviremos! ¡Esa música es tan alegre, tan gozosa! Un poco más, y sabremos para qué vivimos, para qué sufrimos... ¡Si pudiéramos saberlo, si pudiéramos saberlo!


Gracias a Carmen Tomás Espinosa y a Rafael Lencina Ruiz.

La traducción de Chéjov está tomada de la edición de elaleph.com

Dedicado a Abu.


7 comentarios:

  1. Gracias. Buen regalo de Navidad. Tan poético... Las tres queridas hermanitas estarán orgullosas. Yo también.

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  2. Me ha encantado el formato que le das a tu blog, tan personal e intemporal en la visión que tenemos sobre nuestros antepasados. Un forma diferente de ver la sociedad de esos años, tan inocente y casta,je, je, je.
    Te sigo y te anoto en mi blog. Visítame.
    Un saludo

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  3. Javier tienes razón, la imaginación fue el último reducto de libertad para aquellos niños. Tu blog me ha interesado mucho, me seguiré pasando.

    Abu, el verdadero regalo es poder escribir sobre esta familia de magos y alquimistas. Gracias por seguir ahí.

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  4. Historias detectivescas que nos mesmerizan. En esta, en concreto, hay algo en esa frase "Esto fue lo que pasó" y todo cuanto se hila a continuación.

    Algo de hechizo, de ensalmo, de droga legal, de film noir ese "Esto fue lo que pasó".

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  5. Esto fue lo que pasó. Un pequeño gorrión cayó del nido. La niña lo recogió y lo guareció en su bolsillo. Tenía cerezas y migas de bizcocho para alimentarlo mientras los tertulianos discutían muy serios sobre los retos de Houdini. Existe una foto del momento en el que el pájaro abandonó la chistera.

    Gracias Estíbaliz!!

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  6. Jajajaja! Toucheé!

    Es fabuloso que Chéjov aparezca por aquí, que las hermanas, así de repente, se conviertan en nueve y tres los hermanos que, así de repente, ya no salen en la foto porque eran demasiado pequeños o porque no habían nacido aún. Esto es lo que pasa con nuestros rostros leyendo sobre esos rostros en el tiempo.

    Apertas!

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  7. Genial y el detalle de Rafaela delicioso.

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