Dorso de una fotografía de Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, hacia 1890. (Archivo Miguel Tomás).
AY, boa constrictor abrazando a la vaca que muge. ¡Ay! Alejandro atravesado por su apellido. ¡Ay! Cámara, guitarra y azúcar: Ybáñez. Ay como una corona sobre un edificio dorado de bandas, orlas, curvas y motivos vegetales, el art nouveau de los modernistas. Y de Darío, Y de Klimt, Y de Gaudí.
Gabinete fotográfico A. Ybáñez Abad. Hellín. Y de Hellín. La i griega con sus brazos poderosos, con su jardín de senderos que se bifurcan. En el sótano una tipografía minúscula: Lohr y Morejón. Madrid, la empresa proveedora del material fotográfico.
Nuestro corresponsal en Madrid nos dice ha tenido ocasión de visitar la Casa y Almacén de los Sres. Lohr y Morejon, Espoz y Mina, 3, dedicada exclusivamente a la venta de toda clase de aparatos y artículos necesarios para la Fotografía. En dicha casa encuentran los señores fotógrafos y aficionados al arte, un completo surtido de cámaras para galería y viaje de los últimos modelos y construcción sólida a la vez que elegante y ligera a todos precios y objetivos de los mejores autores, para retratos, vistas, reproducciones interiores, etc., etc., todos ensayados y garantizados por dichos señores, que tienen perfectamente montada una fábrica de placas secas al Gelatino bromuro de plata, y otras tarjetas para retratos y vistas, de las que nos ocuparemos en otra ocasión. Se remiten gratis catálogos ilustrados. (El Fomento: revista de intereses sociales, Salamanca, 14 de julio de 1886, año VI, 687, p. 2).
Ambos aluden a su faceta como pintor al óleo. El de la izquierda no indica la habitual localidad hellinera, tal vez corresponda a su paréntesis de Valdepeñas (1882-1888); y el de la derecha señala al pie otra empresa proveedora: A. Sáenz Corona, de Madrid.
La Casa Sáenz Corona fue la encargada de otorgar el premio para las mejores fotografías de la sección de arquitectura en el concurso organizado en 1901 por la Sociedad Fotográfica de Madrid. En concreto Sáenz Corona entregaría al ganador un veráscopo Richard y 100 pesetas en cartulinas para fotografías, elegidas por la persona premiada. (La fotografía: revista mensual ilustrada, Madrid, 1 de enero de 1902, año I, 4, p. 125).
Dorso, reverso, envés, vuelto, cruz, espalda, como se quiera, aquello que se esconde y que suele proporcionar mucha más información de la que nos imaginamos. No estaría mal que alguien se atreviera a hacer un buen catálogo de estas espaldas tatuadas, porque cada marca en la piel, cada dentellada nos habla de ese terrible combate de los fotógrafos contra la serpiente.
Afán investigador! Muy bonito. Original idea.
ResponderEliminarGracias abu, la verdad es que los dorsos y los membretes ayudan mucho a catalogar las fotografías antiguas. No sé qué pasará con nuestras fotos, las fotos de hoy, tan desnudas ellas, cuando alguien las observe en 2666...
ResponderEliminarMe sumo a la observación de la abuela, muy original, no creo que nadie se haya ocupado de esto antes. Me gusta. Respecto a nuestras fotos, las de cuando éramos pequeños se irán perdiendo, las tintas no durarán, las nuevas, las digitales quizálleguen al año que dices, eso si generación tras generación alguien se ocupa de cambiar los formatos de archivo, tan cambiantes...
ResponderEliminarBelén, gracias por tus palabras. Es curioso, las primeras fotografías fijadas con albumina de manera artesanal, los daguerrotipos y hasta la primera vista de Niepce se conservarán mejor que las diapositivas o las polaroid que nos hicieron cuando éramos pequeños. Tal vez deberíamos buscarnos algún minutero.
ResponderEliminarTras tanto torso, dorso. Y siempre echaremos de menos lo griego de la Y.
ResponderEliminarMaravillosa entrada
Me gustaría que alguien aportara información sobre Vicente Ibáñez Navarro,durante su estancia en Linares(Jaén) junto a sus hijos,especialmente el mayor,Juan María Ibáñez Villasclaras,buen amigo de mi padre.
ResponderEliminarMuchas gracias,una linarense.