Joven soñadora de tus ojos. Autor: Juan Antonio Ibáñez Martínez. Hellín, hacia 1865. Tarjeta de visita o carte-de-visite: 5,6 x 9 cm. Plano americano o tres cuartos. (Archivo Freix).
El detective Freix envía desde Valencia este retrato provocando la anagnórisis que más adelante comentaremos. Primero queremos preguntarnos por esta joven, tal vez quinceañera, cuya identidad desconocemos. ¿Cómo transmite esa expresión de sosiego y dulzura? ¿Por qué secuestra nuestra atención esa naricilla chata? Si nos fijamos en algunos detalles, este posado decimonónico se convierte en un juego de correspondencias y contrastes. El camafeo prendido a la gargantilla de raso negro marca el centro orbital. Y esos ojos que brillan desde hace siglo y medio no están solos; los botones, el broche, el camafeo, la doble lentejuela del pendiente también observan. Y las finas cejas, la raya en un peinado de emperatriz suicida, los labios..., enmarcan. El cuello blanco del vestido y la oscura gargantilla repiten en versión textil el contraste de piel y cabello. La mirada ligeramente desviada del eje de la cámara fija un punto de atención eterno, un amor, un sueño que perdura.
Joven soñadora de tus ojos, detalle.
Y ahora la anagnórisis: cuando el señor Freix nos hizo llegar esta Joven soñadora de tus ojos constatamos que se trataba de un retrato que ya figuraba en nuestro archivo personal, ¡y por partida doble! Hay una copia exacta a la del señor Freix y otra más con formato de óvalo que muestra sólo el busto de la joven. Los tres positivos se reencuentran en un blog del siglo XXI tras haberse separado en una caja de madera del siglo XIX. ¿Quién eres? ¿Por qué acudes así? ¿Cuántas sois?
Si Juan Antonio disponía de una cámara de ocho objetivos como la que inventó Disdéri a mediados de los 50, la joven soñadora habría salido de una de esas placas de “ocho en uno”. Sería divertido un proyecto de búsqueda y reunión de las restantes piezas del puzzle. Me acuerdo de Verónica Aranda recuperando las postales que envió desde fuertes y fronteras para crear su postal de olvido. Me acuerdo del detective Fontcuberta catalogando todas las imágenes de Laika para acabar demostrando que la pobre perra ni siquiera existió.
Freix tampoco sabe quién es la retratada, pero nos envía otra fotografía en la que aparece su bisabuela hellinera. Un tesoro para él, pues es la única que posee de ella. Se llamaba Rosario y había nacido en 1862. Se casó con un madrileño de Fuenlabrada con el que recaló en Valencia hacia 1893, tras un largo periplo de ferias. Nos cuenta Freix que desconoce qué vendían, que los hijos le salieron zapateros, que tal vez pasaron una temporada en Bilbao y que al final de su vida Rosario decidió regresar a Hellín, a su pueblo. En la imagen Rosario cuenta con 65 años de edad y unas cuantas canas, pero aún conserva en la mirada el resplandor de quien ama y las ganas de reír delatadas por esa ceja saltarina.
Rosario Tomás Hernández con sus nietos. Autor: Vicente Crespo. Membrete en relieve: Vicente Crespo. Plaza de la Cruz, 23. Valencia. Hacia 1927. (Archivo Freix).
Libro de bautismos (1862-63) de la Asunción de Hellín, fols. 99 y 99 vto.:
- María del Rosario Carlota
- Hija de: Antonio Tomás, carpintero, y de Josefa Hernández.
- Nace: 04/11/1862, bautizo al día siguiente.
- Abuelos paternos: Rafael Tomás y Josefa García.
- Abuelos maternos: Pascual Hernández y Mª Rosario Azorín.
- (Todos de Hellín).
- Madrina: Antonia Hernández, soltera, su tía.
Abuela y nieta. Autor: Juan Antonio Ibáñez Martínez. Hellín, hacia 1865. Tarjeta de visita o carte-de-visite: 5,6 x 9 cm. (Colección Miguel Santos).
Y volvemos a Juan Antonio para cerrar el círculo y establecer un nuevo orden. Porque esa niña anónima en el regazo de la anciana, se llamará Rosario. Cuadran las fechas, el peinado, la nariz y las cejas saltarinas sesenta años antes. Freix dispondrá de un nuevo documento, un nuevo regazo para la memoria: su pequeña bisabuela y la abuela de su bisabuela, seguramente esa Rosario Azorín de la partida de bautismo, pues no en vano fue quien le dio el nombre. Y nosotros cambiaremos el título por el de “Dos Rosarios” por ejemplo, y contaremos que en las paradas Rosario siempre echaba de menos el callejón del beso, el escondite en las ruinas del Coliseo, el olor de la campiña..., y por eso volvió anciana a Hellín, sabiendo que a veces debemos pagar un precio por conservar el fuego en la mirada.
Ver el mundo a través de otras imágenes significa anteponer a nuestros ojos el filtro de la memoria y de algún modo priorizar el archivo –y no la realidad a la que alude– como espacio de experiencia. En este sentido, las imágenes se ponen al servicio de una reflexión sobre la memoria. Pero simultáneamente, la sustitución de la realidad por imágenes que van a constituir el nuevo material de trabajo nos colocan en la angustia metafísica de una realidad que se desvanece y que no nos deja más que sus representaciones. (Joan Fontcuberta, “Ficciones documentales”, en La cámara de Pandora, p. 104).
Rosario se dispone a abandonar Hellín. Acaba de casarse. Sube a la tartana. Su mejor amiga, la joven soñadora de tus ojos, se despide sollozando eso de that's the price of love, can you feel it?
Gracias a Andrés Martínez Montagud y a las genialidades de Joan Fontcuberta.
Dedicado a Estíbaliz Espinosa, domadora de criaturas.
Poco a poco te vas metiendo en la piel de Hellín. Nunca pensé que acabaras siendo más hellinero que tu abuelo.
ResponderEliminarTodavía doy tumbos por esta frase, hipnotizada como voy, recién salida del paréntesis de unas cejas, la raya ortográfica de unos peinados de emperatrices suicidas y unos camafeos gigantes como objetivos de cámara o cajas de Pandora.
ResponderEliminarGracias por hacerme destinataria de esta historia al dorso de unas fotos. Rosario. Rosario dinamitera. De pronto, a los 65, su expresión volvió a ser la de la niña.