La bici de Aurelia. Autor: Alejandro Ibáñez Abad. Hellín, 1895. No hay membrete ni firma alguna, así que para apostar por la autoría de Alejandro tendremos en cuenta ciertos criterios bastante convincentes: lugar, fecha, factura de la obra, y algunos detalles característicos como la baldosa de su estudio y sobre todo el tipo de troquel que conforma el paspartú o marco de cartón, muy usado por nuestro fotógrafo. Se han eliminado los foros y el fondo se ha perdido, hasta el punto de que si cortáramos la parte inferior, eliminando el suelo, daría la sensación de que Aurelia emerge de la niebla para coronar el Mont Ventoux. (Colección Marisa González).
Los detectives salvajes pudieron visitar la magnífica casa de Marisa donde apareció este retrato tan deportivo y moderno. Es el retrato de una joven hellinera llamada Aurelia Millán que dirige su bicicleta hacia las últimas etapas del siglo XIX. Y aunque en estas fechas la bici ya se producía en serie y su alcance se hacía más popular, aún voceaban sus críticas los moralistas e hipócritas cuando una mujer como Aurelia se atrevía a mostrar su fuerza y su destreza en el repecho. Se escupían palabras sobre el decoro y la higiene, sobre los tobillos y las piernas desnudas, pero en realidad era el prejuicio machista el que pervertía aquellos discursos.
Aurelia está tranquila y resuelta a disfrutar de su paseo. No hace caso a las críticas de las viejas beatas que murmuran al verla pasar de esa guisa: falda-pantalón con tobilleras abotonadas, antebrazos ajustados y corsé para evitar vuelos traicioneros e incómodos de los pliegues, el chándal femenino de entonces. Aurelia es una chica sport, pertenece al club ciclista de Hellín, es la época del gran Maurice Garin, ha leído que un danés ha acabado con la supremacía gala en la carrera de Burdeos a París, se lanza por la cuesta a tumba abierta y grita de placer, grita como si fuera a despegar hacia la Luna. Qué lejos quedan aquellos trastos que usaba su madre, esa especie de triciclos desvencijados para dar vueltas tediosas al parquecillo mientras los hombres vigilaban.
Aurelia Millán García nace en Hellín en 1877. (Unos meses antes había nacido Chus, la primera hija del fotógrafo que años después haría esta foto). Aurelia acaba de cumplir los dieciocho. Sus padres, José Millán y Práxedes García, regentan una funeraria que desgraciadamente ha enterrado a siete hijos propios. Aurelia tuvo nueve hermanos, sólo sobrevivieron a la infancia ella, Rafael y Juan. Pero lo más curioso es que Aurelia no se llamaba Aurelia. Su nombre oficial: Gaudelia Damiana Juana (Juana por su abuelo Juan que era tejedor). Y ella firmaba siempre Gaudelia y siempre repetía yo me llamo Gaudelia, pero se ve que en el pueblo aquello les sonaba como Aurelia, y todo el mundo se confundía..., por ejemplo:
–Cómo zurre tu cuchufleta.
–Gracias, hombre.
–Bonica a ver si te vas caer.
–¡No tenga usted cuidado!
–¿Y como te llamas tú, niña?
–Gaudeliaaaaaaaa...
–Adiós Aureliaaaaaa...
Y tanto se lo equivocaban que Aurelia se hartó de explicar que su nombre no era Aurelia sino Gaudelia, y así poco a poco Aurelia fue ganando terreno a Gaudelia, y Gaudelia pasó a un segundo plano, escondida tras Aurelia, y a veces a Gaudelia se revelaba, y le daba por pensar que le había salido una especie de doble más conocida que ella, y no dejaba de extrañarle que ella tuviera como dos vidas paralelas y sus hermanitos en cambio ninguna. Por eso los detectives aceleran ahora esa Humber o Sierra o Peugot o Whitworth..., para rescatar de la negra espalda del tiempo esos nombres olvidados: Soledad (1874), Rafael (1876), Gaudelia (1877), Ángela (1879), Juan (1881), José (1882), Soledad bis (1886), Catalina (1887), Josefa (1891) y Vicente (1893).
Gaudelia y su doble, la impostora Aurelia, se casaron con Marcos Catalán. Ignoramos si él supo alguna vez la cantidad de mujeres que implicaba este matrimonio. El caso es que tuvieron una hija, Aurelia (esta vez sí), la niña-actriz que gesticula desde la cuna en la entrada anterior. La chica de la bici, la chica sport, vivió ochenta largos años, acompañada de su inseparable amiga, hasta que en 1954 llegó a la última meta que le quedaba por cruzar. Creo que le hubiese gustado contemplar ese conocido contraluz de Spielberg en el que una bici voladora atraviesa la luna llena.
Agradecemos a Marisa González, nieta de Gaudelia-Aurelia, su generosidad y su vitalidad.
Dedicado a Rosa, la detective que nos guió.
Se ha hecho esperar pero ha merecido la pena.
ResponderEliminar¿Gaudelia sería algo parecido a Leticia?
Bueno, que te superas cada día.
Me ha gustado mucho, ya estoy esperando el siguiente. Estás haciendo una familia enorme.
ResponderEliminarAbu, no estoy seguro, pero creo que ambos nombres latinos se refieren a la felicidad, aunque la raíz sea diferente. Nuestra chica-sport estaba contenta en su bici!
ResponderEliminarBelén, gracias por tu paciencia.
ResponderEliminarLa vida de Gaudelia esta muy bien redactada pero hay un pequeño error.
ResponderEliminarGaudeli tuvo 2 hijos, no uno como se dice en la lectura que se llamaron Aurelia y Jose Catalan Millan.
Hola, soy descendiente de Gaudelia y agradezco mucho a anónimo el comentario pues es cierto que Gaudelia tuvo dichos hijos, de echo José era mi abuelo.
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