La Generación del 27. Alejandro Tomás Ibáñez en su academia de la calle Sagasta con sus alumnos. Autor: Gabriel Ibáñez, su tío. 1927. Foto de grupo. La cenefa marrón oscuro es un toque distintivo del paspartú más utilizado por Gabriel Ibáñez. (FAM. Museo Comarcal. Ayuntamiento de Hellín).
Martes, 30 de marzo.
10:00 h. Museo Comarcal de Hellín otra vez.
Entrevista con su director: Francisco Javier López Precioso.
¿En este pueblo todo el mundo tiene azul la mirada?
Javier escucha con paciencia el estado de nuestras indagaciones sobre la saga Ibáñez. Luego hablamos sobre arqueología, se nota que es buen especialista en la materia. Le comentamos lo mucho que nos atrae la historia de sus antepasados, los Artemio Precioso: relata algunas anécdotas que nos abren los ojos. –Desde luego, parecen dos hellineros de novela –decimos. –De película –contesta él.
Javier nos guía a la segunda planta del museo donde nos presenta al archivero, Alexis Armengol. En una pequeña sala se guardan las fotos que vamos buscando. Alexis abre dos cajas con las signaturas FAM-03 y FAM-12. (Las siglas significan “Fondo Antonio Moreno”). Mientras seleccionamos y fotografiamos, Alexis habla de su afición por los cámaras antiguas. Es un lujo para este archivo contar con un historiador del arte que vele por él. Nuestra tarjeta de memoria sigue engordando, ya disponemos de los dos fondos de fotografía antigua cedidos al Museo: Rafael Lencina y Antonio Moreno. Tanta generosidad hace a los detectives salvajes.
Cuando nos despedimos de Javier y de Alexis, pregunto por alguna tienda de Hellín donde vendan misterio, imágenes antiguas. Sin dudarlo, Alexis nos indica el comercio de Luis Braguillas junto al Jardín del Tamborilero, en la calle Alejandro Tomás. Regresa de repente la imagen que acabamos de ver: Alejandro Tomás en su academia, en 1927. El autor, su tío Gabriel Ibáñez, el anunciado protagonista de la próxima entrada. Y como aún queda un rato para que salga el bus de Yecla donde proseguiremos nuestra investigación salvaje, vamos a conocer los misterios de Luis.
Su establecimiento parece un cofre antiguo de sorpresas. Las paredes rezuman cifras y nombres, grafitis de amor y de odio. Cuelgan imágenes religiosas y paganas, lámparas y marcos, puñales y globos, cirios y tambores. Luis decora, enmarca, conserva, restaura, regala, sobre todo, regala. Es tan espléndido que hace a los detectives salvajes, porque al decirle a qué venimos y quiénes somos, nos entrega una foto hecha por Alejandro Ibáñez Abad. –Para vosotros–. Y presume de sus tesoros y nos sugiere que visitemos a la memoria viva de Hellín que se llama Lolita Morales y que vive cerca del Rosario, que está antes de la calle del Beso. Y emplea un vocabulario que yo tenía oculto en lo oscuro del abismo, allá donde respiran Catalina y Anastasio, expresiones como zurrir o ¡alumbra! que tienen esa fragancia de bizcochos y pastas y rollos recién hechos.
Nos despedimos apresuradamente, intercambiamos teléfonos, quizás volvamos algún día a este bazar con duendes escondidos tras los muebles y vírgenes operadas.
(Foto: Ana Santos Payán).
15:30 h.
Cafetería La Cibeles. Plaza de Santa Ana.
Nos sentamos en la terraza al sol de un día radiante, en una plaza desierta, tranquila. Quedamos aletargados hasta que el camarero empieza a servirnos sus delicias culinarias. Empanadillas. Patatas con boquerones. Guindillas gigantes. Bocata tamaño familiar. Coca-cola.
–Ustedes no son de aquí, ¿verdad?
–Hemos venido a buscar a Anastasio, el fotógrafo sin rostro, y a su hermana Catalina.
–¡Qué interesante! –contesta otra camarera con una sonrisa.
A La Cibeles volveremos, pienso, y pediremos guindillas.
17:00 h.
Bus Alsa Hellín-Yecla.
18:30 h. Yecla.
Queríamos conocer en persona a la gentil Teresa Ibáñez Losada, única descendiente directa en Yecla de Juan Ibáñez Abad (hermano mayor de Catalina, Alejandro y Anastasio). Ella y sus hijos, los Conejero Ibáñez, nos reciben con abrazos. Son Juan Luis, Antonio, Maite y Piluca: nos abren las puertas de su casa y de su corazón. Tanta generosidad hace a los detectives aún más salvajes.
Teresa es una mujer fuerte, dura como su tierra, sincera, muy guapa. Entorna los ojos cuando suelta alguna maldad. Parece una de esas personas capaces de partirse la cara sin dudar por aquellos a quienes quiere, por los suyos. Pienso que Azorín le podría haber dedicado un capítulo de La voluntad o de Las confesiones de un pequeño filósofo, y tal vez se hubiera enamorado de ella si llega a verla en bañador en la playa, pero, claro, cuando ella marchó de viaje de novios a Gandía, don José ya tenía sus ochenta cumplidos, seguro. Teresa me saca de mis cavilaciones y hasta me sobresalta cuando de repente me pregunta:
–¿Sabes qué escritor se enamoró de mí y me dedicó un poema?
–?!
–Espronceda –me dice con una sonrisa maliciosa. –Un canto entero para mí.
Y me recita algunos versos de carrerilla, y añade algo más de Gabriel y Galán, y de Campoamor y de Bécquer. Y yo, mientras, miro la foto de la playa en la que ella y su marido se besan apasionadamente, y observo que a ella se le cae un hilillo de risa porque se nota que están de broma con unos amigos.
Teresa Ibáñez Losada, biznieta de Juan Ibáñez Abad, fotografiada por Vicente Ibáñez Gámez en su estudio de Madrid, en la Gran Vía. Septiembre de 1960.
Otra docena de fotos de los Ibáñez a la tarjeta, además aquí conocemos la historia de la mayoría de los retratados. La charla y los recuerdos se alargan hasta después de la media noche. Mi cuaderno rebosa.
–Nos vamos al hotel, hasta mañana.
La foto de Alejandro Tomás en su academia, salió publicada en el libro que el colegio Martínez Parras, hizo por su 75 aniversario.
ResponderEliminarPero no hace referencia a ningún niño.
Y Lolita Morales, mi vecina, recuerdo entrar a su casa, y verla llena de fotos.
En cuanto a Teresa Ibáñez, que gesto mas coqueto con el collar.
Me encanta el encanto (valga la redundancia)que despiden todas las fotos antiguas...
Enhorabuena Pedro, por conservar todas las fotos que nos muestras.
Me gustaria saber mas de Rosario, vecina de Lola Morales ¿de su vivienda actual o de los muchos años que vivió en Benito Toboso? Si era de esta última podria ser Rosario Morote, Chari.???
ResponderEliminarMe gustaría saber algo más sobre Rosario, autora del comentario precedente, vecina de Lola Morles ¿de su vivienda actual o de los muchos años que vivió en Benito Toboso? Si fuera de esta última ¿podría ser Rosario Morote,Chari, que vivía dos puertas más arriba?
ResponderEliminarNo, no, Abu...yo soy Rosario Cañavate...y solo tengo 26 años, y para mi "Lolica" como siempre la hemos llamado ha vivido frente a la cuesta del Rosario, donde tenía el obrador la Pepa de la Serafina y estaba la tienda la Chucho.
ResponderEliminarYo he vivido en Beso,9 y soy nieta de Dolores "la Polainas"
De esa zona sólo recuerdo a Rosarito Montoya,hija de los dueños de la tienda del Chucho;ésta era más o menos de mi edad y tenía unas trenzas muy grandes. Tú eres mucho más joven.
ResponderEliminarLola vivió muchos años con su familia en Benito Toboso, junto a la escalera de El Cantón.Su padre y su hermano José Luis tenían allí una peluquería.
ResponderEliminarRosario, Abu, me alegro de vuestro encuentro a través de estos rostros en el tiempo. La enhorabuena para ti, Rosario, que te prestas a compartir tus conocimientos y tu sensibilidad. En cuanto Teresa Ibáñez me mostró su retrato pensé lo mismo que tú sobre el coqueto gesto con el collar. ¿No imaginas las perlas rodando por el suelo? "Ibáñez tenía imán para las fotos turbadoras", frase que resume lo que decimos apareció el 4 de abril pasado en un artículo de "El País" sobre los fotógrafos de la Gran Vía.
ResponderEliminarChucho, Polainas, el obrador de la Pepa la de la Serafina, la escalera de El Cantón..., vuestras palabras, Abu, Rosario, deberían tejer la historia que me gustaría contar.