Sobre una saga de fotógrafos: los Ibáñez.

lunes, 31 de enero de 2011

Adela en la trinchera

Francisco y Adela. Autor: Vicente Ibáñez Navarro o su hijo Juan Ibáñez Villasclaras. Madrid, 1942. Estudio de c/ Montera, 23. (Colección Adela Romero).

Francisco y Adela se casaron el cinco de noviembre de 1942 en la parroquia de su barrio, el Cristo de la Victoria. Aquel día cayó un aguacero sobre Madrid y tuvieron que correr por la calle Fuencarral para comprar el sombrero y el ramo de flores sin empaparse. Luego bajaron a Sol y buscaron algún estudio donde hacerse la foto. Subieron un poco por la calle de la Montera y se metieron en Ibáñez. Adela sacó el sombrero de su aparatosa caja y lo estrenó para la ocasión, con velo y todo. El collar de perlas se rompió años más tarde al volver de una fiesta.

Los fotógrafos cuchicheaban su jerga, Vicente Ibáñez ya tenía 55 años, su hijo Juan 27. La escasez de material fotográfico durante la terrible posguerra potenció el ingenio y el reciclaje: cuando se acabó el celuloide, recuperaron las viejas placas de cristal. Pero aún así el toque moderno era necesario.

–¿Han visto El halcón maltés o Billy, el niño? –preguntó Juan a los novios.

–Pues sí.

–Es que lo que se lleva ahora es el plano tres cuartos del cine –aclara Juan–. Resulta muy elegante.

–Los pies siempre afean –masculla Vicente sonriendo a Francisco y Adela.

–Quietos..., bonita sonrisa señora.

Aunque Adela no sonreía para imitar a las estrellas de Hollywood. Simplemente era feliz, habían sobrevivido. (Y ninguno de los cuatro podía imaginar lo premonitorio de aquella fotografía: la hija de Francisco y Adela se casaría mucho tiempo después con un descendiente de Alejandro Ibáñez Abad).

En el altar se quitó el velo, Francisco le sacó la lengua y se puso bizco. Les dio un ataque de risa y el cura los reprendió. –Señores, lo que están haciendo es una cosa muy seria.

Francisco Serrano había nacido en La Habana. Antes de que estallara la Guerra había trabajado en la embajada de Cuba, pero cuando Franco bombardeó Madrid la primera vez, enseguida se alistó en las Brigadas Internacionales como guardia de seguridad.

Adela Romero Pascual, madrileña, había nacido en 1917. Vivía en Guzmán el Bueno. Su hermana Carmen era amiga de Dolores Ibárruri, que en los primeros meses de 1936 fue encarcelada en Ventas. Carmen le contaba a su hermana Adela que fue a visitar a su amiga recluida y que casi se muere del susto cuando Lola le dio una pistola envuelta en un trapo. –Deshazte de esto, aquí no la necesito.

En otoño de 1936 la lluvia de acero arreciaba sobre Madrid. La madre de Adela había salido a buscar algo de comida y había vuelto pálida. Después de vomitar, contó a sus hijas que un obús había caído en la Gran Vía. Había visto a una mujer sin cabeza, un surtidor de sangre y de tripas. A su lado, un niño llorando.

Desde noviembre la casa de Adela está casi en la línea de frente. Los combates cuerpo a cuerpo se desarrollan en los alrededores de la Ciudad Universitaria: Parque de la Bombilla, Hospital Clínico, Residencia de Estudiantes... Le comento a Adela que he leído que algunos soldados africanos de Franco llegaron a Moncloa y a la calle Ferraz. Y que existe la teoría de que no quisieron seguir avanzando para que la guerra se prolongase y así poder aniquilar al enemigo. –Pues sí, yo vi a los moros en mi calle, en Guzmán el Bueno, pero de allí no pasaron. Les echaron a tiros los brigadistas y la gente que les arrojaba cosas desde los balcones. Recuerdo que fue el 20 de noviembre de 1936 –me dice, entornando los ojos–. Pero no se fueron porque quisieran. Los echamos.

En 1938 Francisco Serrano es destinado a hacer guardia en una barricada de Guzmán el Bueno. Allí conoce a Adela. Se enamoraron en el baile de la verbena. En el cine Palacio de la Música se besaron y se prometieron sobrevivir para casarse tras la guerra. El 28 de Marzo de 1939 Madrid es entregado al enemigo. Francisco es conducido con otros militares a un campo de concentración en Vallecas. Al día siguiente se fuga y va a buscar a Adela. –¿Cuándo nos casamos?

El capitán Carlos Alegría, personaje de Los girasoles ciegos, expone la teoría –rechazada por Adela– para justificar su rendición al bando perdedor. Llama la atención que Alberto Méndez sitúe los hechos un año después, en 1937.

»Preguntado por las razones de su conocimiento de los hechos referidos, el procesado responde que porque de él dependía la Intendencia para el Frente Sur y Suroeste, bajo las órdenes directas del General Várela. Y que por eso sabe que en noviembre de 1937 el coronel Ríos Capapé y Mohamed el Mizzian llegaron hasta la parte alta de la calle Ferraz, en el centro de Madrid, donde sólo encontraron una resistencia de francotiradores en retirada.

»El declarante es mandado callar y lo hace.

»Preguntado acerca de si son las gloriosas gestas del Ejército Nacional la razón para traicionar a la Patria, responde: que no, que la verdadera razón es que no quisimos entonces ganar la guerra al Frente Popular.

»Preguntado que si no queríamos ganar la Gloriosa Cruzada, qué es lo que queríamos, el procesado responde: queríamos matarlos.

(Alberto Méndez, “Primera derrota: 1939 o Si el corazón pensara dejaría de latir”, en Los girasoles ciegos, Anagrama, 2004, pp. 27-28).

Querían matarlos, pero no lo consiguieron. Ahí están los dos tan campantes, orgullosos de haber defendido la libertad y la democracia, felices por estar vivos y juntos. Eso sí que es una alegría.


viernes, 21 de enero de 2011

Un conde que enseñaba magia: Luis Tarszenski


La familia Tarszenski Voisins. Autora: Amalia López de López, alumna de Luis Tarszenski, conde de Lipa. Jaén, hacia 1863. En el centro de la imagen, sentado, Luis Tarszenski, conde de Lipa; detrás, apoyada en la espalda del conde, su mujer, Magdalena de Voisins; a la derecha, la hija mayor, Enriqueta, y a la izquierda el hijo menor, Luis. (Archivo familiar Hernández Luike). La fotógrafa almeriense afincada en Jaén retrata a su maestro. Posiblemente Luis Tarszenski motiva que ella sea la primera fotógrafa profesional de España que dispone de estudio propio. (La datación en 1863 se ve reforzada por el hecho de que está probada la estancia del conde en Jaén durante el periodo 1862-1864, según Isidoro Lara y Emilio Luis Lara en La memoria en sepia, pp. 53 y ss.).

Partida de matrimonio nº 339: Sevilla, a 17 de junio de 1844.

Don Luis Tarszenski, conde de Lipa, natural de Lupco, provincia de Podlaskie (Podlaquia), Polonia, soltero, de 38 años, ex-comandante de los Ejércitos Nacionales de Polonia, con domicilio en la población de San Lorenzo; contrae matrimonio con:

María Magdalena de Voisins, natural de Estepa, provincia de Sevilla, soltera, de 26 años, con domicilio en la calle de la Dama, nº 14.

Padres del contrayente:Benedicto Tarszenski, de profesión Grande de Polonia, y Tecla Konarzenski, ambos de Lupco, Podlaquia, en Polonia.

Padres de la contrayente:Esteban Voisins, de Carcasona, en Languedoque, Francia, teniente coronel retirado, e Isabel Antonia Canet, de Zaragoza.

Los próceres de la historia de la fotografía han considerado la figura del conde de Lipa como misteriosa, enigmática, triste –como la de don Quijote– y hasta ficticia. Estos adjetivos no se refieren precisamente a la categoría mágica del título de esta entrada, más bien denotan la pura y simple falta de información. Al bueno de Tarszenski lo despachan instituciones y supuestos especialistas con fórmulas hechas, o frases repetidas y no contrastadas. Que si en 1847 el conde de Lipa ya estaba de viaje por España –¡antes!, como mínimo desde 1843 vive en Sevilla–; que si era un fotógrafo transeúnte o ambulante desmerecedor de la atención dedicada a los Clifford, Laurent, Lorichon... –cuando en realidad esa menospreciada ambulancia propagaba una labor docente pionera que posibilitó el nacimiento de la primera generación de fotógrafos españoles–; o que si se le pierde la pista cuando se marcha a Francia o Italia –muy novelesco, pero la verdad es que el conde de Lipa se estableció en la provincia de Badajoz y murió en Zafra–. Qué manía, y luego dirán que este blog es literario. Por suerte, los descendientes de Luis Tarszenski, con la ayuda del historiador José María Lama, están realizando una investigación seria y concienzuda sobre los pasos perdidos del conde. Y gracias a su generosidad se puede consultar toda esta documentación en la web

http://condedelipa.com/about/

Pero volvamos un momento a la foto de familia para ver si hay trazas del magisterio de Luis Tarszenski en nuestros Ibáñez. Recordemos que según los testimonios orales de los fotógrafos de la tercera generación –en concreto de Juan Ibáñez Navarro–, fue el conde de Lipa quien enseñó el arte de la fotografía a Juan Antonio Ibáñez Martínez, al parecer en Yecla –este último punto queda pendiente de confirmación documental–. Dependiendo de las fechas del encuentro entre el polaco y el yeclano, también pudo participar en las clases el hijo mayor de Juan Antonio, Juan Ibáñez Abad. Y la verdad es que la composición de este grupo de otra de sus distinguidas alumnas recuerda en algo a la de la entrada anterior, las cadenas humanas, el apoyo en la espalda del ser querido, la distribución de tonalidades de los vestidos, pero sobre todo ese gesto de Enriqueta, esa mano que acaricia delicadamente el mentón es la mano de Margarita, es la mano de Saleta, es la mano coqueta de algunos retratos de la pintura romántica.

¿Qué edad pueden tener? Hemos propuesto la fecha aproximada de 1863. Enriqueta aparenta unos 18 años y sabemos que había nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1845. Si estuviéramos en lo cierto, Magdalena de Voisins tendría unos 45 años, y Luis Tarszenski 57, mientras que el pequeño Luis podría tener 13 más o menos. No cuadran las edades del conde, si comparamos su partida de matrimonio –habría nacido en 1806– con la de defunción –por la que nacería en 1793–, así que tendremos que esperar hasta dar con su partida de bautismo en Polonia.


El maestro. Retrato de Luis Traszenski, conde de Lipa. Detalle de La familia Tarszenski Voisins. Autora: Amalia López de López. Jáen, hacia 1863. (Archivo familiar Hernández Luike).



El alumno e iniciador de la saga Ibáñez. Autorretato de Juan Antonio Ibáñez Martínez (1819-1875). Hellín, hacia 1860-65. (Archivo Juan Ibáñez Molina). Publicamos por segunda vez esta imagen, ahora acompañada de un marco de la época y del comentario al dorso de puño y letra de su nieto Juan Ibáñez Navarro: Juan Antonio Ibáñez. Fotógrafo natural de Yecla. Murió en Hellín a los 55 años, el día 4 de Marzo de 1875. Padre del fotógrafo Juan Ibáñez Abad, de Yecla. –Sólo queremos aclarar que su hijo Juan Ibáñez Abad había nacido en Jumilla, aunque después vivirá en Hellín, y establecerá definitivamente su estudio en Yecla–.

Luis Tarszenski, conde de Lipa (1806?-1871), comandante de los ejércitos polacos, descendiente de nobles, disfrutó de una vida cuajada de intrigas nobiliarias, espías, sublevaciones, batallas, derrotas, huidas, viajes continuos, amistades con príncipes, reyes, artistas y científicos, pero sobre todo disfrutó del reconocimiento de sus pupilos. De ahí que se haya conservado un retrato suyo realizado por su alumna almeriense, o que tengamos noticias de su labor a través de cinco generaciones de fotógrafos Ibáñez.

Esta doble faceta artística y didáctica ya fue subrayada por la prensa de la época de Córdoba, ciudad en la que debió de vivir unos meses desde finales de 1861 a principios de 1862: Artista notable. En su lugar oportuno verán nuestros lectores el anuncio del nuevo gabinete fotográfico que acaba de abrirse en esta capital. El profesor que lo dirige es el señor don Luis Tarszenski, conde de Lipa, procedente, según se nos ha dicho de la emigración polaca. Además de las buenas noticias que tenemos del señor conde, dado a conocer como aventajado artista en las capitales donde ha ejercido su profesión, hemos visto un álbum con porción de retratos ejecutados por él, los cuales por su dulzura, y lo bien acabados, nada dejan que desear. Por ello, y lo módico de los precios que tiene establecidos, nos atrevemos a recomendarlo al público de esta ilustrada población. (En La Alborada, Córdoba, Año III, 22/12/1861, p. 3). [El subrayado es mío].

Participó en los primeros movimientos revolucionarios de la Europa decimonónica contra el imperio del zar, y su derrota frente a las tropas rusas originó que con otros insurrectos huyera a Francia donde se les concedió una especie de asilo político hacia 1830-32. Hay bibliografía que documenta el importante papel que jugó Luis Tarszenski en el trato dispensado a los polacos exiliados en Francia. La etapa gala y su estancia en París resultaron determinantes, ya que trabó amistad con Daguerre, según testimonios orales de los descendientes del conde. Daguerre lo introdujo en las artes mágicas de la fotoquímica y en los secretos de los posados. Para estrenarse como fotógrafo realizó al parecer una serie de daguerrotipos sobre obras artísticas del Louvre, y seguro que no dejó de mirar y mirar hasta fatigar la vista, para años después aplicar las enseñanzas de pintores y escultores a las composiciones y gestos de sus propios retratos. El rey Luis Felipe de Francia le otorgó por esta serie el título nobiliario que usará en España: conde de Lipa.

Como conde de Lipa se encuentra en Sevilla en 1843, pero aún se desconoce si pudo llegar antes a España. En todo caso hay que recordar que la presentación oficial del daguerrotipo se había producido sólo cuatro años antes, por eso un detective de verdad salvaje debería investigar el papel que pudo jugar Tarszenski en la primera daguerrotipia andaluza, y sevillana en particular. Fue en Sevilla donde se casó al año siguiente con Magdalena. Tuvo dos hijos, Enriqueta –casada con Manuel Hernández, y cuya descendencia está recuperando el rostro del conde en el tiempo–, y Luis –profesor en el Instituto Republicano de Zafra y en La Habana, Cuba, donde enseñó Ciencias Naturales y Cosmología–. (Extracto de http://condedelipa.com/about/ ).

El conde viajó por toda España: Sevilla, Cádiz, Málaga, Córdoba, Jaén, Valencia, Madrid, Extremadura, desarrollando esa doble labor artística y docente. Reconstruir su itinerario, estos pasos perdidos en la selva española, resultará una tarea tan ardua como apasionante. Él hizo las primeras fotografías o daguerrotipos de muchas ciudades y pueblos, captó momentos históricos como la colocación de la primera piedra de la Biblioteca Nacional en 1866, y lo más importante, mostró a varias generaciones de españoles los mecanismos del moderno ilusionismo.

Para terminar veamos cómo suele ventilarse a nuestro conde:

Mención especial merece el autotitulado conde de Lipa, exiliado polaco que llegó a España hacia 1860 y al que encontramos a lo largo de los años siguientes en diversas ciudades y pueblos de Andalucía, Extremadura, Valencia o Madrid. Verdadero Fanelli de la fotografía, el conde de Lipa instruyó a decenas de fotógrafos, realizó miles de retratos y cientos de vistas de Andalucía y Extremadura. Pero fueron sobre todo, Charles Clifford y J. Laurent los más importantes fotógrafos que trabajaron en España, los que han dejado una obra más extensa y los que más decisivamente llegaron a influir en la fotografía española de su tiempo. (Publio López Mondéjar, Historia de la fotografía en España, Barcelona, Lunwerg, 2005, p. 40).

¿Autotitulado? ¿1860? ¿Fanelli? Ni era anarquista ni italiano, pobre. Y mira que tuvo nombres, Ludwik en polaco, Louis en francés y Luis en español, pero Luigi... Dice Joan Fontcuberta quela fotografía miente en el sentido de que toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera, pues sólo faltaba que con lo difícil que ya nos lo pone la fotografía, ahora los historiadores también nos la quieran colar.

Pero pongo tanta atención en mirar, en no dejar de mirar, en pensar que miro, que al cabo de un momento mis ojos se fatigan [...]. Me asaltan dudas de haber visto sin darme cuenta.

(Alejo Carpentier, Los pasos perdidos, VI).


Las manos coquetas. De izquierda a derecha: La condesa de Vilches (Federico Madrazo, óleo sobre lienzo, 1853); detalle de Enriqueta Tarszenski (Amalia López de López, discípula del conde de Lipa, hacia 1863); Margarita Navarro (Juan Ibáñez Abad, hacia 1882); Saleta Ibáñez Navarro (Juan Ibáñez Abad, hacia 1910).

Agradezco a José María Lama sus valiosas aportaciones.

Dedicado a los descendientes del conde de Lipa, en especial a Enrique Hernández Luike, Isaac Hernández –fotógrafo en activo–, y Helena Hernández, todos ellos herederos de su magia creativa, de su dulzura...


viernes, 14 de enero de 2011

Plata en las venas

Los hijos de Juan Ibáñez Abad. Autor: Juan Ibáñez Abad. Yecla, 1895. De izquierda a derecha Juan, los niños Vicente y Asunción (sentados en el suelo), Pascual (de pie), Luis y Saleta. Positivo actual a partir de placa de cristal. (Archivo Vicente Ibáñez).

Para celebrar el primer año de vida del blog hemos elegido esta fotografía histórica. Varios motivos la hacen preciosa: su limpia factura, la armonía en la composición, y sobre todo su significado. No sólo es un retrato de grupo familiar, más bien es una oda al arte de la cámara, a la historia de una familia con sales de plata en las venas. Aquí está la tercera generación de la saga, todos profesionales de la fotografía. Solo faltarían los dos primos, Gabriel, el Fotico (hijo de Alejandro Ibáñez Abad) y Alfredo (hijo de Anastasio Ibáñez Abad), también fotógrafos.

La composición mediante sutiles líneas o diagonales cruzadas destaca un centro inaudito: un álbum fotográfico y una muñeca. Los hermanos alrededor de un centro vital y lúdico. Juan nos dice que la fotografía supone un núcleo y un nexo, una profesión y una pasión, un arte y una búsqueda a través de la investigación constante, pero hay una base que no se debe olvidar, la imaginación infantil, el juego, la ilusión.

Los hermanos se agrupan en hileras de tres, dos cadenas paralelas. Las miradas de Juan y Vicente lanzan una diagonal hacia la muñeca. Otra diagonal desciende desde la mirada de Pascual y se une a la de Asunción, para cruzarse con la anterior en el juguete de la niña. Por último, los ojos de Luis y Saleta fabrican una línea más externa que lleva al centro de la composición: ese álbum que se apoya en el atril. Por cierto, este atril interviene también en el estudiado juego de diagonales. Las columnas del foro ayudan a enmarcar la escena. La luz, que parece entrar por el falso ventanal del foro, y la sabia distribución de las tonalidades de vestidos y trajes contribuyen a crear esa armonía que recuerda a algunas obras pictóricas del primer Renacimiento.

Unos breves apuntes biográficos.

Los cinco mayores son Ibáñez Navarro, hijos de Juan y Margarita, mientras que la pequeña es Ibáñez Martínez, hija de Juan y Asunción, su segunda esposa. Faltan cinco hermanos que murieron demasiado pronto: Caridad, Rafael, Lola, Francisca y Eloísa Margarita.

Juan lee muy serio El correo español, es el mayor. Había nacido en Hellín, en 1871 (en la foto tiene unos 24 años). Desarrolló su labor fotográfica en Gandía hasta que murió muy anciano. Sus hijos y nietos también fueron fotógrafos. En este blog se darán pruebas fotográficas que pondrán en entredicho esa fingida seriedad.

Vicente, el niño que contempla ese pequeño álbum o libro, había nacido en Yecla en 1886 (9 años en la foto). Abrirá estudio en Cieza, Linares y finalmente en Madrid. Sus hijos y nietos también fueron fotógrafos (aún hoy lo siguen siendo).

Asunción, la niña que dialoga con su muñeca, nació en Yecla en 1891 (4 años en la foto). Tras colaborar en el estudio de su padre, se casará en 1914 con el fotógrafo Juan Giménez Torregrosa. Desconocemos si tuvo descendencia.

Pascual, el joven que está de pie, nació en Yecla en 1878 (17 años en la foto). Tuvo estudio propio en Yecla.

Luis, el de la barba florida, nació en Yecla en 1873 (22 años en la foto). Vivió sus años postreros en Madrid, pero su gabinete fotográfico y su escuela de pintura se ubicaron casi siempre en Yecla y en “Villa Margarita”.

Saleta, cuya mano descansa confiada en el hombro de Luis, había nacido en Yecla en 1876 (19 años en la foto). Colaboró en el estudio de su padre hasta que se casó en 1899 con un fotógrafo de otra conocida saga: Antonio Belda Alted. Desconocemos si tuvieron descendencia.

No es la primera vez que se muestra esta foto. Francisco Torres la publicó en su Crónica de un siglo de fotografía en España (1900-2000), edición financiada por Kodak, por tanto más publicitaria que otra cosa. Los hijos de Juan Ibáñez Abad aparecen en la página 80 de este libro acompañados del siguiente texto que me permito comentar entre corchetes:

La fotografía de grupo toma un carácter marcadamente pictoralista en esta fotografía de Ibáñez, padre del actual biógrafo [Error. Donde dice padre debería decir abuelo, ya que el biógrafo citado es Juan Ibáñez Villasclaras, hijo de Juan Ibáñez Navarro, quien lee muy serio El correo español y que es en realidad el hijo del autor de la foto, Juan Ibáñez Abad], tomada entre 1895 y 1900. La posición de los personajes de esta familia, la propia familia Ibáñez, intenta simular la composición del cuadro de Velázquez, “Las Meninas”. [Un poco forzado, ¿no?]. Se da la característica de que los grandes fotógrafos de la oleada pictoralista son en su mayoría expertos en las técnicas pigmentarias, introducidas en España a partir de 1900.

Me gusta esta fotografía porque hay detalles insólitos que nos hablan de los tiempos artesanales del retoque fotográfico, los dejo a la sagacidad del lector. Vicente la enmarcó y la colgó en su casa. La contemplo cuando lo visito..., me parece que los seis van a levantar la vista en cualquier momento y se van a echar a reír, oigo que la muñeca susurra: no soy un juguete de niñas, no entiendo por qué lo dicen.

Dedicado a Luna.